martes, 13 de diciembre de 2011

La importancia del cabecero


Agarrase al cabecero de la cama, tiene una connotación erótica. Las películas muestran cabeceros golpeando la pared o a los que se atan las muñecas de los protagonistas.

Hace años, un compañero de trabajo me mostraba su casa, y al entrar en su cuarto tenía colgado del cabecero unas esposas. No moví una ceja. Era un ligón (y un fantasma) que refozaba su leyenda con esos detalles.

El cabecero de mi cama también proviene de una imagen de cine. La cama de Harrison Ford en "Working girl", sin que haya ninguna escena especialmente subida de tono, me llamó la atención hace ya muchos años. A la hora de buscar mi propia cama, aquella imagen estaba (incoscientemente) en la idea de lo que quería comprar. Costó mucho, no estaban de moda las camas altas de 4 patas de madera, sino los canapés-baúl ("con espacio para las sábanas y toallas") y los bajísimos futones japoneses. Pero lo conseguí, un cabecero robusto formando parte de la estructura de la cama de madera.

Lo elegí por un tema estético, por bello. Y es ahora, con 8 meses de embarazo, cuando dormir se hace a ratos porque no hay postura cómoda, cuando descubro su utilidad. Cuando te atrincheras entre mil cojines y ni así logras que no haya un músculo retorcido o tensado, un brazo dormido, un pulmón más escaso... Cada 2h toca reubicarse, y eso desvela.

Entonces tu cabecero, robusto, cercano, te brinda el soporte perfecto para que, con los brazos a modo de grúas, puedas moverte, reacomodarte, encontrar la nueva postura para las próximas 2h.


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