Uno de los aspectos más impresionantes de la maternidad es pasar a ser una referencia.
Tengo una familia unida y cariñosa, así que siempre me han transmitido la idea de que soy alguien importante para ellos. He estado arropada, cuidada y protegida. He arropado, cuidado y supongo que protegido. Sin embargo, yo era hija. Con los años las relaciones entre personas cambian, evolucionan. Entre padres e hijos lo hacen de forma mucho más evidente y dramática (no necesariamente trágica). Ya soy una hija adulta, con una relación de adultos con mis padres y con un mayor componente protector por mi parte del que hubo durante mis primeros... 25 años?
Mis amigos, mis parejas, el resto de mi familia, son personas a las que demuestro cariño y (creo que) atención. Muchos me llaman cuando tienen problemas, tristezas o alegrías, ganas de pasar un rato... Para algunos soy más importante que para otros, o me tienen más confianza o simplemente estóy más cerca (física o emocionalmente). Y viceversa.
Pero ahora soy LA referencia, la relación de Gerard con el mundo. Después de su piel permanentemente alerta, su vista aún limitada y el oído fino que le orienta la mirada. Después de sí mismo, soy yo.

Él aún está aprendiendo a utilizar su cuerpo. No sabe que sus manos son suyas, pero reconoce mi voz, el latido de mi corazón, el tacto, calor y olor de mi piel, el tamaño de mis manos que le sujetan. Y confía.
"Mamá está aquí. Todo está bien."
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