domingo, 13 de febrero de 2011

Tic-tac-tic-tac

Hace poco más de dos mes, puse en mi casa un reloj de pared. Es pequeño y aparentemente discreto. Uno de esos detalles que percibe el inconsciente haciendo más agradable la estancia, pero que no llama a los ojos. Llevaba tiempo metido en una caja, pero por algún motivo lo recordé y, aunque me costó una hora larga encontrarlo, pude instalarlo ese mismo día.

Entonces no sabía que era un reloj sonoro. Igualmente discreto, pero sonoro. De hecho, no noté su tic-tac hasta hace poco. Seguramente lo oí alguna noche pero no lo suficiente como para situarlo. Fue otro reloj, uno nuevo tipo "reinterpretación de un vintage moderno", que llevo en la muñeca el que me acercó a su sonido. Los modernos ya no suenan y es cierto que el primer día que no me quité el reloj "neo-vintage" para dormir me molestó ese marcar la pauta, el segundo, con un sonido rotundo. Corto pero firme. Sin opción al diálogo. En temas de medir el tiempo, ellos tienen la razón por nombramiento divino.

Fui incapaz de dormirme con ese ritmo estricto e incansable. Me quité el reloj de muñeca y volví a la cama. Pero el martilleo continuaba. "Es tu imaginación" me dije "es imposible que lo oigas desde aqui". Sin embargo había algo distinto, un tic-tac-tic-tac, que me hizo entender que no era el tac-tac-tac-tac del neo-vintage. Tenía (tiene) dos ritmos, como el de casa de mi abuela. Intrigada, me levanté de nuevo en busca del sonido y sólo cuando estaba bajo el reloj de pared me di cuenta que era él.

Desde que empecé con el  proceso de fertilidad, el concepto de tiempo se me ha estropeado. Hay días eternos y horas diminutas que se mezclan sin una pauta lógica, como si alguien hubiera sazonado una partitura, dejando pentagramas blancos y otros abarrotados de corcheas.

Ahora, cada noche dejo abierta la puerta de mi cuarto, para que el tic-tac-tic-tac que viene desde el pasillo me ordene el desbarajuste de tiempo con el que me acuesto.

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