martes, 8 de febrero de 2011

Haciendo hueco

Víspera del segundo intento.

Ahora ya puedo decir que no es casualidad, porque la repetición, en las mismas circunstancias, hace real la sospecha: Quiero un abrazo. Mejor aún si son dos.

No vale que sea amistoso, ni paternal. Quiero un abrazo de piel con piel, fuerte (pero no tensado), desordenado y cómodo en un mismo gesto. Supongo que mi cuerpo, lleno de óvulos "maduritos", busca un contacto que le fertilice. Aunque no es exactamente sexo lo que me pide, sino un abrazo. Uno cómplice.

Ya dije que hacer sola este camino tenía sus desventajas. Esta es evidente. Tanto, que tomar la decisión  (sola) supuso tragar el sapo de asumir un sentimiento de fracaso: no he encontrado a nadie con quien compartir este proyecto vital.

Hay mil explicaciones reales: son razonables, lógicas y hasta emotivas... como también las hay para las parejas que optan por no reproducirse. No existe un patrón de vida, cada una es distinta de las demás y, con el tiempo, hasta difiere de sí misma. Pero llevamos "de serie" unas plantillas A, B o C a rellenar, que no distinguen detalles... y a veces no encuentras la casilla que te corresponde (a mí me pasa siempre ¿a tí no?). Tienes dos opciones: sentirte excluído o dibujar tu propia casilla en el margen blanco. Yo he experimentado las dos. Existe, en realidad, una tercera: romper el formulario.

Pero yo soy feliz en mi entorno y sí, mi recuadro no tiene la precisión de la imprenta sino las líneas (menos rectas) hechas a boli. Eso siempre llama la atención cuando otros lo miran, pero entonces lo cuentas y la gente dice: "pues debería existir tu casilla" (aunque no todos ellos lo piensan).


Así que una vez digerido el sapo (conviene esperar, no 2 horas, sino 2 meses antes de "mojarse") y embarcada con toda la voluntad y decisión, e incluso aventajada en algunos aspectos a otros "solicitantes a padres", te encuentras con que a veces necesitas algo que no está. O no está a mano. Y ahora añoro un abrazo. Sin apoyos ni consuelos. No es un pesar que necesite alivio, sino la ausencia de un tacto al otro lado. Uno que huela bien. A calor y jabón. Uno (masculino) que me abarque y se quede ahí, sin prisas.

Hoy he escondido varios abrazos... que no he sabido pedir.

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