viernes, 15 de abril de 2011

¿Y las máquinas?


Ya he confesado en alguna ocasión que estoy rendida a los pies de mi médico ¿cierto? Pues hoy, sin ir más lejos, he renovado mis votos.

Es un hombre seco, con apretón de manos firme (una sola sacudida) y gafas de niño estudioso. Sus comentarios son breves y precisos, si bien está dispuesto a responder cualquier pregunta por básica o absurda que sea. A veces, cuando me gustaría ver en su cara más entusiasmo que la media sonrisa que casi siempre luce, tengo tentaciones de desengancharme. Entonces le imagino con cejas oscuras, orejas puntiagudas y una camiseta azul ceñida, en una conveción de Star Trek y se me vuelve a enternecer el corazón.

Pero es sin duda alguna su ironía, la que es capaz de hacerme temblar hasta las pestañas.

Ayer comencé una nueva medicación, con jeringas precargadas, que deben inyectarse en el muslo. "Introducir la aguja intramuscular y comprobar su correcta posición, tirando levemente del émbolo. Si entra sangre, está en un vaso sanguíneo. No inyectar la medicación. Retirar la aguja, limpiar la zona y volver a intentar con una nueva jeringa" (sí, claro, a unos 30 el pinchazo voy a jugar a ensayo y error). No, no apareció sangre, pero había retirado poco el émbolo y tras inyectarmela me emparanoié sobre si había metido aire en una vena o medicación en el flujo sanguíneo. Me llamé tonta un par de veces y pude olvidarme del tema.

En la cita de esta mañana se lo he contado a mi médico, entre risas, y he añadido: 

- Siempre leo los prospectos de los fármacos.

- ¿Y los de las máquinas que tienes en casa?

He querido responderle: "Sólo el de la espada láser", pero no sé si es un trekkie agresivo.

P.D. Juro que el libro de la izquierda realmente existe...

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