viernes, 8 de abril de 2011

Babel

Ayer estuve en la clínica, esperando que el maxiperiodo de marzo hubiera funcionado como se esperaba de las sanguijuelas que aplicaban los doctores antiguamente: limpiando la mala sangre y dejando el cuerpo preparado para una nueva.

En la sala de espera, sentados frente a mí, había una pareja que destacaba sobre las demás. Un hombre y una mujer, serios, casi adustos. Ella iba vestida de negro riguroso con falda larga, jersey y zapatillas de deporte, también negras. Él llevaba un sombrero de ala corta (lo juro), pantalones y camisa pardos. Un bigote fino sobre su labio oscuro. Creo que es mi imaginación la que le pone un chaleco a juego. Hablaban un idioma que creí identificar como rumano, pero que bien podría ser cualquier otro.


Y es cuando te sorprende verles allí, sentados, con su carpetita con el logo apoyada sobre las piernas al igual que todos los demás, que te percatas de que, otra vez, te han pillado con los tópicos y los prejuicios activados.

No sé si peco de ingenua, pero voy por la vida dándome de bruces con obviedades en las que no había caído. Exactamente eso fue lo que me pasó cuando sobre los 27 o 28 años me di cuenta de que no necesitaba un hombre a mi lado para ser madre. No me han educado según unos parámetros que requirieran el matrimonio/pareja para ningún aspecto de mi vida. Se me suponía, eso sí, pero por habitual no por obligatorio.

Y así es como he caído en otra obviedad en la que no había pensado ¿Por qué no podría una pareja gitana hacer todo lo científicamente posible por ser padres cuando la naturaleza por sí misma no ayuda? El coste es, sin duda, uno de los temas que mantiene a mucha gente lejos de estos procesos. Pero también las creencias, no sólo religiosas sino éticas y morales, así como los miedos, vergüenzas y pudores. Hace años conocí a una musulmana de visita por Madrid. Fuimos a cenar y quise evitar el jamón, por respeto a ella, pero alguien lo pidió y ella no le hizo ascos: "No soy practicante". Estoy rodeada de católicos no practicantes... ¿por qué las demás religiones no iban a tenerlos?

No me hubiera sorprendido ver una pareja homosexual en la clínica, aunque no ha sido el caso. Su necesidad de esperma es evidente, como la mía, pero además les suponemos unos valores menos tradicionales, lo que también es un prejuicio.

Imagino a Yerma sentada en la sala de espera, con su carpetita con el logo sobre las piernas. Con un final feliz o no. Tal vez con el mismo que le dejó Lorca, pero con unas cuantas escenas más, gracias a la ciencia, a base de nuevas esperanzas y oportunidades.

4 comentarios:

  1. Los tópicos son inevitables y nos acechan por todos lados. Suerte también para esa pareja.

    Besos anónimos,

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  2. Bueno, las obviedades muchas veces no son tan obvias, o solo se convierten en obvias cuando nos damos cuenta de ellas. Mientras tanto pertenecen a ese ámbito nebuloso de las cosas en las que no pensamos demasiado :)

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  3. Si, sí, pero cuando te das cuenta te sientes a la vez tonta (por no haberlo visto antes) y mala gente (por caer en los tópicos)... Me queda el consuelo del tonto, que le pasa a todo el mundo.

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  4. Imposible aprehender la realidad y mucho menos la realidad minimamente alejada

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